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Hoy día, afortunadamente, no es aceptable, minimizar los problemas de los niños y tratarlos como si fueran adultos. Existen determinadas características que hacen que la intervención psicológica en la población infantil y juvenil sea distinta a la de los adultos. Entre ellas podemos destacar:

 

La iniciativa para acudir a tratamiento no suele partir del propio niño. en el tratamiento con adultos los clientes deciden y asisten a la terapia voluntariamente, mientras que en las terapias administradas a niños éstos refieren que vienen a terapia porque sus padres, sus profesores o su médico “creen”  que le pasa algo. Por tanto No es el niño el que solicita ayuda, sino sus padres u otros profesionales los que deciden la conveniencia o no de llevar al niño a un psicólogo.  Este hecho hace que frecuentemente el menor NO quiera acudir a consulta ni esté motivado para que se le ayude y por tanto pondrá reticencia en la evaluación y el tratamiento posterior si fuera necesario. 

 

Lo que se considera anormal y quizás patológico o no en los niños, va a depender de su edad de desarrollo. pongamos un ejemplo. El que un niño se "haga pipí” en la cama  todos los días por las noches, puede ser normal si el niño tiene dos o tres años, pero ser un problema cuando tiene más de ocho años y ya ha alcanzado la madurez suficiente para controlar sus esfínteres.

 

Muchas veces lo que es un problema para los padres a veces no lo es para el hijo.  A veces los padres se quejan de conductas que son normales a la edad que tiene su hijo. Cómo es el caso por ejemplo de la búsqueda de mayor autonomía e independencia de los hijos adolescentes que suelen llevar a problemas familiares. Esto hace que sea necesario tener las habilidades suficientes para lidiar con los conflictos padres e hijos.

 

El tipo de terapia que se puede llevar a cabo. En función de la edad y desarrollo del niño o niña su implicación en terapia y el tipo de técnicas que podemos utilizar va a ser diferente. y necesitaremos   mayor o menor participación de los padres en la evaluación y tratamiento del menor.  

 

Por todo ello se hace necesario que el psicólogo o psicóloga infantil tenga una serie de conocimientos y habilidades específicas para trabajar con esta población distinta a las necesarias para trabajar con adultos.

 

En nuestro gabinete somos consciente de estas diferencias  Por eso hemos separado la terapia infantil y adolescente de la terapia de adultos. Siendo llevada a cabo cada una por profesionales diferentes que dominan y tienen las habilidades necesarias para el tipo de población que atienden. 

 

 

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